El cerebro forma parte del Sistema Nervioso Central y se empieza a diferenciar a partir de la tercera semana de gestación. Una vez que se inicia la etapa de vida extrauterina (el nacimiento) la formación del sistema nervioso prosigue y va a continuar hasta aproximadamente los 20-22 años. Ofrezcamos estímulos que favorezcan la formación del cerebro reconociendo al JUEGO como factor imprescindible de desarrollo y formación en los primeros años de vida.
A partir del nacimiento, las personas pasamos por diferentes etapas de desarrollo, las cuales son la Primera infancia, Niñez, Adolescencia, Adultez y Envejecimiento. La primera infancia comprende desde los 0 a 8 años y de acuerdo a la UNICEF, comprende tres fases de desarrollo:
De la concepción al nacimiento (suele denominarse los primeros 1000 días de vida).
Del nacimiento a los 3 años de edad (fundamental preocuparse por la nutrición, protección y estimulación positiva)
Edad preescolar (desde los 3 años aproximadamente hasta que el niño acude a la escuela).
En estas fases, el proceso de desarrollo cerebral, se va a ver influenciado positiva o negativamente por factores como la nutrición, la seguridad y la estimulación positiva, lo que significa oportunidades de aprendizaje temprano tanto en la FAMILIA como en los CENTROS PREESCOLARES.
Es en estos años donde los adultos (padres, madres, cuidadores, profesores), debemos cuidar la evolución de los infantes y facilitar el JUEGO como medio de aprendizaje integral. En el juego se dan las relaciones personales, el desarrollo del lenguaje, las experiencias sensoriales y motoras, los aprendizajes cognitivos, entre otros; es por eso que observamos la coincidencia entre el crecimiento cerebral (estructura) con los cambios de comportamiento (funcionalidad). Esto significa que nacemos con muchas neuronas, pero con pocas conexiones neuronales; las experiencias producen cambios anatómicos y funcionales en el cerebro: el comportamiento es la expresión del cerebro.
La atención temprana puede desarrollar en niños menores mejores habilidades de atención, memoria, flexibilidad cognitiva, autorregulación, etc. pues recordemos que los estímulos externos – ambiente – (educación) influyen de manera positiva y negativa; la educación temprana no busca acelerar procesos, se promueve la potencialidad de los mismos; es decir, si conocemos cómo se da el proceso de desarrollo en la infancia entonces sabremos cómo estimularlo.
Entonces observamos que un niño bien estimulado desarrolla una serie de aprendizajes cognitivos por encima de un niño que no ha sido estimulado, pues está demostrando (con su actuar) la formación de sus estructuras cerebrales que se han ido fortaleciendo gracias a los factores de influencia positivos (juego). Si observáramos las redes neuronales de los pequeños bien estimulados, observaríamos circuitos más diversificados, amplios y permanentes.
A partir de lo anterior, podemos señalar que el momento de gran sensibilidad del cerebro para adquirir habilidades se da antes de que el niño ingrese al sistema educativo formal, por esto debemos dar oportunidad de promover experiencias de aprendizaje tempranas (*) y positivas que desarrollen el vínculo afectivo y aspectos sensoriales, motores, sociales, emocionales, cognitivos y morales cuyo desarrollo sostendrá al niño a lo largo de su vida.
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(*) Aprendizaje temprano: acceso a la educación preescolar y demás oportunidades de aprendizaje temprano que incluyan juguetes, libros, así como una relación interactiva con adultos y compañeros. Referencia: UNICEF (2020), La primera infancia importa para cada niño. Pg. 12.
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