En la actualidad, cada vez hay más consenso acerca de la importancia que tiene la educación en los primeros años de vida del ser humano, lo cual encuentra sus fundamentos en las investigaciones realizadas por psicólogos, médicos, educadores, antropólogos, científicos, etc., las que han permitido un mayor conocimiento de los efectos de las primeras experiencias que tiene el niño y la niña en el medio que lo rodea, de los vínculos afectivos o del apego que establece, de la nutrición que recibe, del control de la salud que se le brinda, del entorno social y de las interacciones que establece con los adultos o con sus pares, desde la gestación y en particular, en los tres primeros años, lo que es determinante para el desarrollo integral y armonioso de todas sus potencialidades.
Asimismo, las investigaciones han demostrado que las experiencias físicas, sociales, emocionales, cognitivas y sensoriales, a las cuales están expuestos los niños son decisivos para la organización neurológica de su sistema nervioso, para el desarrollo del cerebro y la formación/estructuración de su personalidad. En este sentido, la neurociencia, desde mediados y fines del siglo pasado, ha revelado la rapidez del neurodesarrollo que se produce desde la concepción en la vida del ser humano.
Por este motivo, nos preguntaremos ¿qué neurociencia necesitamos para educar?, comprendiendo que, desde las diversas teorías, se presentan posturas que ayudan más a ciertas disciplinas, y en nuestro caso, requerimos una que nos ayude a comprender al niño y niña menor desde la complejidad que implica su nivel celular hasta la inserción en la sociedad.
Le deseamos éxitos en esta tarea y reto que inicia, esperando que durante la lectura realice un proceso de reflexión personal identificando sus conocimientos y nuevos aportes con el fin de acercarlos al niño y niña menor , pensando en acciones a favor de su desarrollo integral.